Segunda Casa

La Segunda Casa: La Casa de las Posesiones

La Segunda Casa se conoce comúnmente como la Casa de las Posesiones. Aunque se refiere a aquello que poseemos, no se limita simplemente a cosas tangibles. Poseemos nuestros sentimientos y emociones, así como nuestro interior, nuestras habilidades, necesidades y deseos. Cuando nos adueñamos de algo, en realidad estamos reclamando la propiedad de nuestra mayor posesión, nuestro yo.

Utilizar al máximo nuestras posesiones, incluidos los bienes materiales, también pertenece al ámbito de la Segunda Casa. Nuestras posesiones deberían mejorar nuestras vidas y las de los demás, y fomentar una sensación general de bienestar. Esto nos lleva al concepto de valor, clave en la Casa II. ¿Qué valoramos, tanto tangible como intangiblemente? ¿Por qué lo valoramos? ¿A quién valoramos? ¿Qué poseemos realmente? ¿Qué queremos poseer? ¿Por qué? Nuestra resolución efectiva de estas preguntas es una gran parte de lo que trata la Segunda Casa.

Las posesiones específicas cubiertas por la Segunda Casa incluyen los ingresos ganados y nuestra capacidad para influir en ellos.

Las posesiones específicas que abarca la Segunda Casa incluyen los ingresos obtenidos y nuestra capacidad para influir en ellos, las inversiones y los bienes muebles (coches, ropa, joyas y similares). La deuda también forma parte de la ecuación aquí, ya que poseemos la responsabilidad de pagar nuestras facturas. La forma en que vemos el dinero, la adquisición de riqueza (y de deudas), los reveses financieros, el ahorro, la elaboración de presupuestos y la situación financiera están regidos por la Segunda Casa.

Para aquellos que nos sentimos atraídos por el dinero, la Segunda Casa es la más importante.

Para aquellos de nosotros que creemos que el dinero nos hará libres, es interesante observar que esta máxima encuentra su hogar en la Segunda Casa. Las libertades personales establecidas por la capacidad financiera y la sensibilidad se abordan dentro de esta casa. En gran medida, nuestras posesiones y lo que hacemos con ellas contribuyen a definirnos como seres humanos viables. Yendo un paso más allá, ¿nos ayudarán estos bienes materiales a ganar prestigio social, reconocimiento, amistad y amor? Bien utilizados, puede que sí. Por tanto, el objetivo implícito en las posesiones podría definirse como la capacidad de utilizarlas de forma honesta, en nuestro propio beneficio y para un bien mayor. Si nuestras posesiones trabajan para nosotros y para los que nos rodean, ¿qué más podemos pedir? Bueno, se me ocurre una pregunta más: ¿lo que va, vuelve? Suena bien.